sábado, 11 de octubre de 2008

Historias de Colectivo

Un jueves como cualquier otro, se me dá por salir de compras. Un objetivo claro, pero el lugar dónde comprarlo era la duda. Hablo con los chicos y después de debatir, elegimos el Unicenter como target. El viaje en colectivo, el 343 como siempre, subimos, sacamos los boletos y nos hubicamos en los cuatro acientos de adelante que estan enfrentados.
Se me dió por mirar para atras... a ver? Cómo explicar con las palabras justas lo que ví? Pongamos ejemplos: piensen en Leo Mattioli, con la panza de La Tota Santillán, más dormido que pierna hinchada. En realidad, no estuvimos 100% seguros de que estaba dormido, varias veces dudamos si había muerto o si se estaba muriendo. La cuestión es que estaba en las últimas, escribiendo el testamento.
La manito en la ingle, la otra suelta, que cada tanto usaba para no caerse cuando el colectivo doblaba, indicaba el estado que tenía encima el pobre tipo. Tambaleandose, tratando de buscar una posición que le sientiera cómoda. Cada tanto esforzándose por respirar, muy seguido tratando de no caerse, el gordo estaba arruinado.
A esta altura, la cantidad de chistes que habíamos hecho no me entraría en el posteo, mientras que filmabamos, sacábamos las fotos y nos reíamos, el tipo este se mandó una que probablemente no olvidemos: sentado como en la foto, el gordo no tenía una reacción de vida, un destello de alegría, nada. La cuestión es que el gordo empieza a soltar mocos, se le caían los moquitos del nazo, sin parar. Bajaban y bajaban, llegando hasta la boca. La sorpresa llegó cuando en vez de limpiarse, aunque sea con las manos, el gordo se tambaleó y se paso la lengua por los labios, QUÉ asco.
Después de alegrarnos practicamente todo el viaje, nuestro amigo se levantó, se acomodó la cara y con sus ojitos colorados se bajó del bondi, vaya a saber uno dónde se tendría que haber bajado en realidad.

Y bueh...

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