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lunes, 13 de octubre de 2008

Historias de Colectivo II

Hace no mucho tiempo, necesitaba ir a buscar unas cosas que había comprado al centro. Le dije a un par de amigos que me acompañen y salimos los cuatro (te puse) para allá. Subimos al bondi, que venía llenito y sin lugar para que nos sentáramos todo, y nos vamos para el fondo.
Nos llamó la atención que uno de los acientos dobles estaba ocupado por un señor (sentado del lado de la ventana) abrazando a una bolsa con una caja adentro (apoyada del lado del pasillo). El tipo tendría unos cuarenta años, flaco, barbudo, con una cara de orto terrible. Uno de mis amigos le dice:
- Permiso señor.
- Permiso qué?
- Para poder sentarme...
- No pibe, está ocupado el aciento.
Cómo el tipo no respondió con mucha buena onda, no hablamos más y nos achuchamos un poco.
El viaje era largo y la gente seguía subiendo, por lo que nos teníamos que apretar un poco más y el viejo seguía mirando por la ventana. Otro de mis amigos le dice:
- Señor, disculpe, el colectivo se está llenando, no puede correr la bolsa?
- Pibe, te dije que no, no jodas más!
Entre una mezcla de miedo y sorpresa, nuestra y de la gente que había escuchado la conversación, no hablamos más y nos achuchamos un poco más.
La hora pico se nos venía encima y la gente no paraba de subir. Cuando pasa cerca nuestro una señora embarazada, yo le hablo al tipo:
- Señor, hay una mujer embarazada, la puede dejar sentar?
- Pibe, no me rompas las pelotas!
No entendía qué le pasaba al chabón, me violenté bastante pero traté de mantenerme tranquilo.
Nuestro viaje seguía, la gente empezaba a bajar, nosotros nos quedamos parados tratando de adivinar qué carajo le pasaba al viejo y por qué no quería soltar la bolsa. Y en eso, el viejo se para, se acomoda el pelo, la ropa, pasa la bolsa al aciento del lado de la ventana y se baja del colectivo.
Automaticamente, me siento en el aciento libre y guardo la bolsa en la mochila. No hablamos hasta el resto del viaje.
Cuando bajamos, nos sentamos en una plaza y empezaron las preguntas. ¿Estás seguro que la vas a abrir? ¿Y si tiene algo que nos mete en algun quilombo? ¿Y si el tipo se la olvidó y viene a buscarte? Sobraban los miedos, sobraba la expectativa, sobraba todo, hasta que me decidí.
A la mierda la bolsa. Cuando vi lo que tenía adentro, se me paro el mundo, hubo un antes y un después... los chicos no entendían nada, el susto y la sorpresa me nublaron todo...

¿Querés saber qué tenía la caja?
Todavía no lo puedo explicar, te dejo la foto...

sábado, 11 de octubre de 2008

Historias de Colectivo

Un jueves como cualquier otro, se me dá por salir de compras. Un objetivo claro, pero el lugar dónde comprarlo era la duda. Hablo con los chicos y después de debatir, elegimos el Unicenter como target. El viaje en colectivo, el 343 como siempre, subimos, sacamos los boletos y nos hubicamos en los cuatro acientos de adelante que estan enfrentados.
Se me dió por mirar para atras... a ver? Cómo explicar con las palabras justas lo que ví? Pongamos ejemplos: piensen en Leo Mattioli, con la panza de La Tota Santillán, más dormido que pierna hinchada. En realidad, no estuvimos 100% seguros de que estaba dormido, varias veces dudamos si había muerto o si se estaba muriendo. La cuestión es que estaba en las últimas, escribiendo el testamento.
La manito en la ingle, la otra suelta, que cada tanto usaba para no caerse cuando el colectivo doblaba, indicaba el estado que tenía encima el pobre tipo. Tambaleandose, tratando de buscar una posición que le sientiera cómoda. Cada tanto esforzándose por respirar, muy seguido tratando de no caerse, el gordo estaba arruinado.
A esta altura, la cantidad de chistes que habíamos hecho no me entraría en el posteo, mientras que filmabamos, sacábamos las fotos y nos reíamos, el tipo este se mandó una que probablemente no olvidemos: sentado como en la foto, el gordo no tenía una reacción de vida, un destello de alegría, nada. La cuestión es que el gordo empieza a soltar mocos, se le caían los moquitos del nazo, sin parar. Bajaban y bajaban, llegando hasta la boca. La sorpresa llegó cuando en vez de limpiarse, aunque sea con las manos, el gordo se tambaleó y se paso la lengua por los labios, QUÉ asco.
Después de alegrarnos practicamente todo el viaje, nuestro amigo se levantó, se acomodó la cara y con sus ojitos colorados se bajó del bondi, vaya a saber uno dónde se tendría que haber bajado en realidad.

Y bueh...